Vivimos en un mundo donde los productos financieros digitales compiten por segundos de atención y decisiones de alto impacto. Sin embargo, muchas veces olvidamos una verdad esencial: las personas no toman decisiones de forma racional.

La economía conductual —que integra psicología, economía y diseño— nos recuerda que factores como la emoción, la incertidumbre, el miedo a perder o la preferencia por lo inmediato guían el comportamiento del usuario más que cualquier cálculo lógico.

Tomemos un ejemplo común: una app bancaria que quiere fomentar el ahorro automático. Aunque el producto esté bien construido y tenga una tasa atractiva, muchos usuarios no lo activan. No es por falta de interés, sino por sesgos como la procrastinación, el sesgo de presente o la sobrecarga de opciones. La solución no está en agregar funciones, sino en entender qué frena realmente a las personas y cómo podemos acompañarlas mejor en la toma de decisiones.

Aquí es donde la economía conductual transforma el diseño de productos digitales. Aplicando principios como los nudges (empujoncitos sutiles), los defaults (opciones predeterminadas) o el framing (cómo se presenta una información), podemos guiar al usuario hacia decisiones más beneficiosas sin coerción ni manipulación.

Por ejemplo, cambiar el mensaje “Activa el ahorro automático” por “La mayoría de personas como tú ya están ahorrando sin esfuerzo” puede aumentar la tasa de activación hasta un 30%. No porque el producto haya cambiado, sino porque el marco mental del usuario sí lo hizo. Esa es la clave: rediseñar la experiencia desde el comportamiento real, no desde la lógica teórica.

Otro caso frecuente es el abandono del onboarding. Al analizar los puntos de salida, descubrimos que no es por la complejidad técnica, sino por la falta de motivación inmediata. Introducir progresos visibles, recompensas simbólicas o fechas límite puede hacer que el proceso se complete con más fluidez. Las decisiones se vuelven más fáciles cuando se sienten más humanas.

Implementar economía conductual no se trata de suposiciones ni de creatividad desbordada: requiere método, datos y sensibilidad. Desde el mapeo del journey hasta el testeo de hipótesis con experimentos A/B, todo debe estar orientado a validar qué realmente funciona.

Y, sobre todo, debe hacerse con ética. Diseñar para influir es poderoso, pero también exige responsabilidad. En Beacon creemos que los mejores productos son aquellos que combinan diseño inteligente con empatía y transparencia.

Porque al final, entender cómo decide el usuario no es solo una ventaja competitiva. Es una forma de crear productos digitales que verdaderamente conectan, ayudan y transforman.